Comentario
Entre los romanos la ociosidad era el modo ideal de vida ya que el trabajo era algo despreciable que ya realizaban los esclavos. Pero en la Europa germánica cambiará este concepto, en parte por la introducción del cristianismo. No en balde, san Benito de Nursia incorpora a su regla monástica la máxima "ora et labora" que implica aceptar el trabajo como algo saludable y que satisface al espíritu. Aún así los nobles no son muy aficionadas a la labor por lo que sus diversiones son bastante conocidas. La caza encabeza el ranking de aficiones nobiliarias al estar también considerada como un adiestramiento para la guerra. Los francos sometan la naturaleza por la fuerza en época otoñal, en el momento que los animales jóvenes ya no dependen de sus madres y el bosque se presentan más claros. De esa manera se establece la ley del más fuerte, entre el hombre y la bestia.
La caza también tenía inconvenientes como en el caso de Carlomán III, herido mortalmente por un jabalí al igual que su tío Carlos el Niño. Childerico II y su esposa Bilichilda fueron asesinados por una conjura nobiliaria cuando estaban de caza, a pesar del estado de buena esperanza de la reina. Más curioso es el caso de Luis II, prendado de una bella moza mientras cazaba. Decidió perseguir a la muchacha a golpe de caballo y no se percató de que la joven había entrado en su choza cuando chocó contra el dintel, abriéndose la cabeza.
Para la caza a caballo eran utilizados perros de dos tipos, unos que perseguían y cercaban a la presa y otros que la atacaban al cuello para matarla. Esta estrecha relación con el perro de caza motivaría que aquel que robase un can se viera castigado a abrazarle el trasero en público, deshonor que podía ser sustituido por una multa de 7 sueldos, cinco para el dueño del animal y 2 para las arcas estatales. También se utilizaban trampas como el ciervo en celo atado a unas ramas que con sus bramidos atraía a las hembras. Otro tipo de caza era el que tenía a las aves de presa como protagonistas. Los halcones eran muy preciados y aquel que osase robar uno de una percha debía soportar un cruel castigo: el animal devoraría cinco onzas de carne roja sobre el pecho del ladrón.
Para la caza era habitual utilizar el arco, especialmente para una modalidad denominada tiro al vuelo. El cazador, montado a caballo, disparaba sus flechas contra las aves, siendo su criado quien le preparaba el arco. Otro tipo era la caza a cuchillo, especialmente para los jabalíes, la pieza más preciada.
Entre las diversiones más sosegadas tenemos la pesca -que no requería casi actividad física por lo que no era ocio típico del guerrero- el ajedrez y los banquetes, momento en el que el noble se abandonaba a las pasiones de la comida y la bebida.